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[Lecturas] Lunes 2 febrero 2015

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Lunes 2 febrero 2015
PRESENTACIÓN DEL SEÑOR
Laudes: Sal 62; Cant. Dn 3, 57-88.56; Sal 149 Vísperas: Sal 109; Sal 129; Cant. Col 1, 3.12-20

PRIMERA LECTURA
Entrará en el santuario el Señor a quien ustedes buscan
Lectura de la profecía de Malaquías 3, 1-4

Así dice el Señor: «Miren, yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí. De pronto entrará en el santuario el Señor a quien ustedes buscan, el mensajero de la alianza que ustedes desean. Mírenlo entrar —dice el Señor de los ejércitos—. ¿Quién podrá resistir el día de su venida?, ¿quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata, como a plata y a oro refinará a los hijos de Leví, y presentarán al Señor la ofrenda como es debido. Entonces, agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pa- sados, como en los años antiguos.» Palabra de Dios.

Salmo responsorial 23, 7-10
R. El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria.

¡Portones!, alcen los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria. R.
—¿Quién es ese Rey de la gloria? —El Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra. R.
¡Portones!, alcen los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria. R.
—¿Quién es ese Rey de la gloria? —El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el Rey de la gloria. R.

SEGUNDA LECTURA
Tenía que parecerse en todo a sus hermanos Lectura de la carta a los Hebreos 2, 14-18
Los hijos de una familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre participó también Jesús; así, muriendo, aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, y liberó a todos los que por miedo a la muerte pasaba la vida entera como esclavos. Noten que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar así los pecados del pueblo. Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella.
Palabra de Dios.

EVANGELIO
Mis ojos han visto a tu Salvador
Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 22-40

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.» Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
—«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.» Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
Para poder construir una carretera, los trabajos de preparación que deben darse antes de tirar el asfalto son cruciales; de lo contrario, la carretera no podrá prestar el servicio que debe dar, no podrá ser medio de unión entre dos puntos. La Primera Lectura nos habla de preparación para un encuentro. Y en el Evangelio, la figura de Simeón claramente nos deja saber de qué tipo de encuentro estamos hablando y con quién debemos encontrarnos.
Si bien es cierto que ya el Señor vino, y que todos nosotros por la gracia bautismal hemos sido injertados en su vida. También es cierto que debemos tomar conciencia de que para poder experimentar los frutos que ese encuentro inicial debe producir en nosotros es necesario que constantemente estemos preparando el corazón para que ese encuentro se renueve. Por medio de la oración, la lectura de la Palabra, la participación activa en la santa Misa, el servicio a los hermanos, podemos preparar la tierra de nuestros corazones para que cada vez que nos encontremos con Jesucristo, él nos vaya transformado en su misma imagen. Debemos permitirle al Espíritu Santo que opere en nosotros esa transformación.

Muchos, junto con Simeón, aguar- daban al mesías, pero sólo él estaba preparado para recibirlo. Igualmente nosotros, movidos por el Espíritu Santo debemos buscar esos momentos de encuentro y transformación pero de manera consciente. O sea, la tierra por sí sola no se prepara para la cosecha, alguien la trabaja primero. Igualmente nosotros, en un acto de la voluntad debemos, con la gracia y la presencia del Espíritu Santo, utilizar todos los medios que tenemos a nuestro alcance para tener esos momentos de encuentro.
Debemos orar, tomar un tiempo para estar a solas con el Señor, establecer una relación íntima con él, separando ese tiempo para conversar y escucharle a él. Además, debemos leer la Sagrada Escritura. En ella encontraremos las palabras mismas de Jesucristo, sus acciones, todo cuanto hizo y dijo. ¿Pero cómo sabremos todo eso, si diariamente no nos damos a la tarea de escudriñar las Escrituras? ¡Qué importante es pasar tiempo a solas en adoración! Ahí en el silencio, le pedimos que nos una a él completamente.
Hay otros medios: buscar la reconciliación a través de la confesión, reconciliarnos con Dios y nuestros hermanos. Son momentos de gracia que nos permiten una y otra vez experimentar la infinita compasión y misericordia de Dios. El Señor nos ofrece estos medios y muchos más para que nos encontremos con él. Dios quiere unirnos plenamente a su vida. ¿Qué puede haber más importante que eso?

Oración:
Sagrado Corazón de Jesús, agudiza en mí los sentidos del alma para que pueda percibir tu paso en mi vida, y así, disponiendo mi alma a tu encuentro, transformes mi vida en una vida como la tuya. Amén.

Propósito del día: Tomar conciencia de los momentos en mi vida en que puedo tener un encuentro personal con el amor infinitamente compasivo y misericordioso de Dios.

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