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Fuente: Revista Alabanza #190 Un hombre tenía entre sus manos unas semillas. Las apretaba fuertemente entre sus puños y se decía: «son mías y las voy a retener para siempre». Otro hombre tenía también unas cuantas semillas y se decía: «Son mías, pero me voy a desprender de ellas». Cayó en la tierra y las sembró. […]
Fuente: Revista Alabanza #190 Un hombre tenía entre sus manos unas semillas. Las apretaba fuertemente entre sus puños y se decía: «son mías y las voy a retener para siempre». Otro hombre tenía también unas cuantas semillas y se decía: «Son mías, pero me voy a desprender de ellas». Cayó en la tierra y las sembró. […]
Las semillas
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Una vida saludable
Fuente: Revista Alabanza #190
Un hombre tenía entre sus manos unas semillas. Las apretaba fuertemente entre sus puños y se decía: «son mías y las voy a retener para siempre». Otro hombre tenía también unas cuantas semillas y se decía: «Son mías, pero me voy a desprender de ellas». Cayó en la tierra y las sembró. Poco tiempo después, de las semillas sembradas aparecieron primero unos pequeños tallos, luego hojas y después espigas y granos. El hombre que apretaba entre sus puños las semillas porque quería retenerlas, fue poco a poco perdiéndolas, hasta que al fin se quedó sin nada. Quien retiene en mano la semilla de la vida, del bien, su mano se convierte en un puño y ha perdido no solamente una mano, sino todo el brazo. El desprenderse de las semillas, de los dones que se han recibido, exige tener fe y vivir de esperanza. Para recoger el fruto del trabajo se requiere mucha paciencia y generosidad, porque la mayoría de las veces, otros comerán los frutos del árbol que se sembró.
Cada uno tiene que descubrir los dones recibidos, pues cada persona es un milagro de Dios, y ponerlos al servicio de los otros.
Un ejemplo de esto lo encontramos en san Camilo. Cuentan que era un gigantón en cuerpo y en amor. Un día que caminaba con un novicio y alentaba mucho, le dijo al joven: «Hermano, yo soy muy alto. Camina detrás de mí, así te haré sombra y te libraré del sol».
El amor no sólo calienta al otro cuando su alma está fría, sino que incluso le refresca cuando necesita aire limpio y le da ánimo en las horas de tormenta. El amor no está en la cantidad de lo que se regala; basta un poco de sombra.
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